No pretendo que mi
pintura sea algo meramente decorativa; porque yo necesito contar historias en
mi pintura y que exista una simbiosis entre la misma pintura y el contenido;
porque no se puede desvincular nada del contenido del cuadro. A muchos les
interesa la forma; a otros, la materia; a mí, el contenido total.
La acuarela es mágica,
yo soy bastante inquieta y la mayoría de las veces tengo que estar haciendo
algo. La acuarela requiere un ritmo muchas veces vertiginoso, con la inquietud
del comienzo, la ilusión si se logra la mancha; el desánimo, cuando no está
claro el camino a seguir; la duda por determinar en qué momento debe darse el
trabajo por concluido. En la acuarela se ve de lo claro a lo oscuro, de la
lejanía a los primeros planos. No cabe equivocarse en las mezclas ni en los
tonos, porque apenas se puede rectificar. La acuarela sale o no sale, la
enmienda es casi imposible y si se intenta arreglar entre comillas normalmente
el resultado final no es satisfactorio.
Peco algunas veces de
ser algo perfeccionista y un tanto meticulosa y algo prolija en detalles sobre
todo en escenas urbanas.
Mi acuarela aborda por
lo general el paisaje. El paisaje desde una cierta vinculación a la técnica
impresionista, porque es el medio más adecuado para pintar en “plein air”. El
sentirse rodeado de la naturaleza y de los olores y matices de luz es una
experiencia mágica que cada vez es distinta y diferente. Un trozo de mar, un campo en
primavera, un cielo un atardecer o una nube pueden hacerte sentir o intentar
expresar algo que te sale de dentro. Tú y la naturaleza, es un estado del alma,
un intento de acercarse al misterio de uno mismo.
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